Hace un rato volví de los festejos del Bicentenario Argentino (que terminan hoy, Martes 25, tirando la casa por la ventana).

Estuve en la 9 de Julio caminando de acá para allá, me reencontré con la Sole (yo era fan, tenía los cassettes y CD’s, y mi carpeta del colegio era de ella…. y me la banco), y con casi 2 millones de personas felices y festejando, con tango, folclore, empanadas, pastelitos, y demás…

Hoy, 25 de Mayo de 2010, Argentina cumple 200 años. Y aunque eso de las fronteras y las nacionalidades sigue siendo un interrogante en mi cabeza, me copa sentirme parte de algo así de grande como lo es un proyecto de país.

Son 200 años de ser argentinos, con todo lo que eso implica.

200 años de ese de trastorno bipolar de creernos por un lado lo mejor del mundo (y dar esa imagen de pedantes que tenemos), y por otro lado lo peor del mundo (y no valorar o boicotear lo nuestro solo por ser nuestro,  como muestra muy bien la publicidad del Mundial de TyC Sports).

200 años de por momentos amar la argentinidad, porque nos identifica y emociona hasta la piel de gallina, y por momentos odiarla porque hace cosas como seguir votando a Men*m… 😛

Porque desde el momento en que es canchero hasta el momento en que es bananero y desmemoriado, el argentino sigue siendo argentino. Porque «podemos ser lo mejor o también lo peor, con la misma facilidad» como decía la Bersuit. Porque el término «viveza criolla» a veces es lo que nos hace los mejores del mundo y a veces «un problema cultural».

Entre tanta contradicción y bipolaridad que significa ser argentino, a veces perdemos ese amor por lo que somos. Esa simpatía por ser de acá.

Y hoy, por cuestiones de fecha y de fútbol, nos toca un Bicentenario a 2 semanas de un Mundial. 2 fechas que por separado nos harían acordar que tenemos una Patria, se juntan para potenciarse.

Yo aprovecho para reencontrarme con mi Argentinidad. Para volver a emocionarme con la bandera, con la gente cantando el himno, con la unidad nacional (que no depende de 2 dirigentes con pensamientos opuestos, sino de un pueblo que tira para el mismo lado).

Para volver a identificarme y enorgullecerme con el «argentino tipo». Mejorando lo que se puede mejorarle (logrando una especie de «Argentino 2.0», que es vivo, divertido y canchero pero no ventajista o pedante, por ejemplo), pero partiendo de la base de la alegría, de la construcción, o de los sueños en positivo.

Sin comprar eso del país horrible, polémico y destruído que nos venden, ni dejarnos cambiar lo que somos por muñecos impresentables que pagan por ocupar 500 horas de tele por día.

Nadie culpa al que odia el país y se quiere ir a vivir a «un país en serio». Sólo le pedimos que se vaya rápido, que no moleste mientras construímos el nuestro.

Los que buscamos un país mejor, dejemos de darle espacio al que ve todo negativo, al que a todo huevo le encuentra un pelo, al que destruye sin construír, o al que se queja de todo. Tapemos con nuestra buena onda y con nuestras acciones positivas la bosta que tiren aquellos.

Estamos creciendo más de lo que vemos y creemos, pero no nos estamos dando cuenta. Y vamos a crecer todavía más rápido cuando notemos eso. Así que cambiemos la mirada, prestemos más y mejor atención, y notemos que somos un país GIGANTE, y que crecer todavía más depende solamente de nosotros.

Así que… (leer con gritito de Publicidad de Quilmes del Mundial 98):

¡VAAAAAAAAAAMOS ARGENTINA TODAVIIIIIA!. 😛