Terminé de ver la 4ta temporada de House of Cards. Hace media hora. Pasé esos últimos 30 minutos mirando la pantalla en negro. No tanto porque sea el mejor cierre de temporada de la historia (no lo es, aunque me pareció muy bueno), sino porque me dejó otra vez pensando lo mismo: Qué lindas que son las buenas historias…
Qué lindo es que te cuenten una buena historia. De la manera que sea, en el formato que venga.
Un buen libro, una película, una serie, una anécdota, una canción, un chiste, una leyenda, un post en un blog, un video de YouTube, una seguidilla de snaps, un videojuego, lo que sea.
Qué lindo es que algo que alguien procesó en su cabeza (haya pasado o se lo haya inventado completamente, y si se lo inventó mejor todavía) traspase toda barrera, de formato, de género, de país, de cultura, de lo que sea, y me tenga a mi, a kilómetros de distancia del creador original (que en algunos casos ni siquiera vivió en la misma época que yo) sentado al borde del sillón, preocupado, tenso, cargado y hasta un poco cagado en las patas, si se me permite la expresión.
Qué lindo que exista en algún lugar del planeta una persona que crea algo, que cuenta algo, que me logra emocionar, me hace festejar, me hace llorar, me hace putear a un pedazo de vidrio que tira colores o a un pedazo de fibra que alguna vez fue un árbol y hoy está físicamente muerto en mis manos.
Qué linda esa capacidad del ser humano de crear, de la nada, algo que pueda hacerme pensar, armar teorías, inventar soluciones, tratar de adelantarme a los hechos, imaginar conspiraciones, hacerme fanático y defender apasionadamente a algún personaje.
Algo que nos logre juntar en Twitter, Facebook, en sobremesas o en charlas de amigos y preguntarnos cómo carajo va a seguir, cómo van a solucionar tal asunto, o hasta que nos salga putear al escritor por no poder creer lo que sacó de la galera en algún momento puntual.
Qué lindos los giros inesperados, las carcajadas sentidas, las lágrimas en silencio, las caras de asombro en la oscuridad del living solitario, los kilos de helado o los litros de mate que nos hemos bajado en momentos de suspenso, de tensión, de terror, o de sufrimiento.
Que alguien te pueda alegrar el día, llenar de nervios hasta el estrés o hasta romperte el corazón con algo que, en el fondo, es un invento. Con un cuento como los que te contaban de chiquito antes de irte a dormir.
Y qué invento más espectacular el ser humano, que (como una mamushka de creaciones) puede sacar de la nada historias que terminen reventándole las emociones y disparándole mil reacciones a otros como él (y a otros que son los más distinto que puede existir a ese que inventa en primer lugar).
Y sí, siempre hay alguno que se pone purista y viene a decir que un libro es mejor que una película, que una serie vista en TV no es lo mismo que un tremendo armatoste de papel de una edición clásica de algo, o que no hay manera de que un videojuego sea considerado arte.
A mi, por decirlo de una manera clásica para que se entienda, me chupa bastante un huevo el envase en el que vienen envueltas. Pero se presenten como se presenten: la puta madre, qué lindas que son las buenas historias…
Tal cual, que te acompañen si la estas pasando mal y se ganen tu cariño, esas historias valen su tiempo invertido, que es lo mas preciado que uno puede dar. me encanto la nota n_n