El final de the oc

2 años, 8 meses, y 14 días (si la cuenta no me falla son 972 días) después de su emisión original en Estados Unidos, acabo de ver el final de The OC.

Y con eso acabo de cerrar uno de los asuntos pendientes de mi vida más extraños. No quiero decir inútiles, aunque por ahí sí improductivos y extravagantes.

Venía retrasando el momento sin verlo, para que en mi mente la magia dure más. Pero llega un momento en la vida de todo hombre en el que tiene que ponerse los pantalones (clave, porque no lo miraba sólo, no daba andar en bolas) y hacerle frente a la cuestión.

Así que me senté y lo ví.

Y fue literalmente el peor final que se le pudo ocurrir a alguien en la vida.

Creo que Josh Schwartz (a quien admiro -o hasta éste momento admiraba- secretamente) merece una muerte lenta y dolorosa, con extirpación de miembros y torturas no sólo chinas, sino de todo tipo de raza, color, sexo, religión e idioma.

De alguna manera cruel y violenta tiene que pagar por lo que hizo después de 4 años de serie. Porque convengamos que no es Lost, ni la biografía no autorizada de Borges, pero ¡un poco de cariño por la trama, viejo!.

En todo éste tiempo sin verlo, sobre todo por como es mi cabeza, no pude evitar imaginarme 500 posibles finales, con tramas complicadas, con un desenlace perfecto, o con todas las variantes que podía tener.

Éste termina con aquella, éstos dos se casan, y todo el último capítulo trata de ÉSTA PAREJA PUNTUAL, que es la única historia que al final de cuentas sigue importando.

Y no, el tipo hizo lo peor que se podía hacer. La historia más importante la cerró en literales 25 segundos, de la manera obvia, apurada, tirada de los pelos, y sin ningún momento emotivo ni gracioso más que una mueca de parte de mi amada Rachel Bilson.

Así que, sin aburrir más, la moraleja de la historia (que de todo, hasta de éstas huevadas, hay que aprender algo), es que hay que dejar de esperar a «los momentos ideales».

Dejar de idealizar situaciones, sentimientos y estados, y empezar a vivir la vida. Después de todo, ya dijimos que salvo que lo cambiemos, «mañana» siempre va a ser mañana, y «algún día» siempre va a ser algún día.

Y en serio, matemos a Josh Schwartz.