Permitite crecer.
Cuando plantás semillas en un jardín, no removés la tierra todos los días para ver si salieron los brotes. Simplemente las regás y limpiás los yuyos: sabés que a su momento las semillas van a crecer.
De la misma forma, hacé tus esfuerzos diarios y cultivá un corazón amable. Dejá la impaciencia, y en su lugar contentate creando el espacio propicio para las cosas buenas.
Los resultados van a llegar cuando estén listos.