Hace ya varios años, en una charla con una «amiga» (o «compañera de otro curso») del secundario, de esas con las que hablaste como mucho 5 veces en toda la vida, surgió una duda que todavía hoy me acecha algunas mañanas.

La piba tenía aparatos. Agrego el dato porque es claro que los que tienen aparatos tienen un poco más de sabiduría dental que los que no tenemos. Por ahí por tener más «horas/dentista» que nosotros. Y muchas más que los que no simpatizamos mucho con la media de los dentistas. Algo de eso seguro que hay.

El asunto es que en una charla de recreo, no sé bien ni cómo ni por qué, llegamos a hablar de la limpieza dental. Más específicamente la matutina. La pregunta crucial era la siguiente:

Los dientes, se lavan antes o después del desayuno?

Yo teniendo en cuenta que me los lavo antes de irme a dormir, y considerando lo feo que es el desayuno cuando te acabás de lavar los dientes, sostenía (y sostengo) la teoría de que hay que lavarselos DESPUÉS. Uno se hace un buche apenas se levanta, escupe, desayuna, y después le da duro al lavado.

La piba sostenía la teoría (desconozco si todavía la sostiene) de que hay que lavarselos ANTES, porque sino, junto con el desayuno, te comes todas las bacterias o «cosas» que se hayan formado a la noche en tu boca.

A pesar de que sostengo mi teoría, cada mañana mientras desayuno un juguito, unas tostadas, galletitas, o lo que sea, no puedo evitar sentir que estoy llevando bichos a mi estómago…

Entonces apelo al saber del pueblo, a «La lengua popular» como diría Calamaro, y pregunto: vos cuando te lavás los dientes?!