Hoy es viernes.

Un minuto. Esperamos hasta que los desubicados del fondo (los inadaptados de siempre) corten con el cantito de «joda, joda, joda» y seguimos. Si, ustedes. Si, tomen asiento por favor. Muchas gracias.

Decía: Hoy es viernes. Ese día en que uno no trabaja porque ya está pensando en el fin de semana (así como el lunes no trabaja porque «recién pasó el fin de semana»… eso nos da como conclusión que el argentino se rasca el higo, pero además es un gran creador de excusas para dicho fin).

Al margen de la creatividad que el argentino (supongo que a fuerza de crisis y de estudiar en la UBA) lleva en la sangre, convengamos que no hay que ser un «Young» o un «Rubicam» para saber festejar un viernes.

Festejar el viernes es como festejar el pitido final de un partido que vas ganando tres a cero desde los 25 del primer tiempo. O festejar una victoria del seleccionado argentino contra el de Uganda.

Porque para lo que hay que tener pasión, creatividad, esfuerzo y ahínco es para festejar un lunes, un martes. Para festejar un viernes basta con tener inercia. Como dejarse llevar en un pogo. ¡Lo festeja todo el mundo en cada rincón del país, arrancando casi todos a la misma hora! ¡Es cuestión de dejarse llevar por la corriente y uno, casi sin darse cuenta, ya lo está festejando!.

¡Pero no se me preocupe, mi querido rebelde sin causa! Yo sé que a usted no le gusta hacer lo que hace la corriente, pero en lo que a viernes se refiere, ¡eso está lejos de ser algo malo!. Si, están TODOS festejando el viernes, pero eso quiere decir que ¡está todo dado para festejarlo!. Que están los amigos, que están avisadas las novias de los más pollerudos, ¡que no hay excusas!.

Ya que no hay ni que pensarle las cosas positivas, ni que esforzarse para encontrarle el lado bueno, ¡celebremos el día viernes!. ¡Definivitamente hoy puede ser un gran día! Y ni siquiera hay que pensarlo demasiado…