Yo no quiero ser normal. No quiero tener una vida normal. Predecible. Obvia. No quiero tener una pareja normal, que haga cosas normales. No tengo ganas de hacer «lo que se supone que debería hacer«. No quiero que mi camino lo marque la opinión de los demás.
No quiero ser una persona aburrida. No quiero tener una vida en la que todos los días sean iguales, todos los pensamientos sean los que tienen todos, y las metas sean las que se espera que sean.
No tengo ganas de vivir en esa normalidad. Quiero hacer las cosas a mi manera. Disfrutarlas a mi manera, como a mi me gusta, con la gente que a mi me gusta.
Dejar de hacer cosas por compromiso, para encajar, por costumbre, o porque siempre se hicieron (y se hacen) así. Quiero romper ese molde en mi vida.
No tengo ganas de que la sociedad, la familia, las reglas, una religión, o un líder político me digan para dónde TENGO que ir y para dónde no. Quiero aprender de lo que otros vivieron, claro. Quiero tomar consejos, analizar ideas, pero no necesariamente vivir según los resultados de sus pensamientos. Quiero tomarlos y pensarlos yo, por mi cuenta. Analizar las cosas según mi manera de verlas. Y a veces me voy a equivocar, y a veces voy a sufrir, y a veces me va a costar más. No es de «cabeza dura», como dice mi abuela. Es porque así entiendo la libertad.
Con mis decisiones, mis caminos, mis maneras y hasta mis errores.
Quiero despertarme cada día pensando en cómo estoy viviendo mi vida y, en caso de no estar disfrutándola y aprovechándola como me gustaría, tomar las decisiones que sea sin tener que pedir permisos. Cambiar el rumbo sin miedo, sin presión, sin pensar en lo que eso puede llegar a parecer para los demás.
No me interesa ser mejor o peor que el resto. Justamente lo que quiero es no compararme. Quiero poder vivir a mi manera y que eso no signifique creerme ni más ni menos que nadie, sino entender que soy particularmente único.
Quiero entender que sólo voy a tener un paso por esta tierra y que la vida es muy corta como para vivirla tan pendiente del pensamiento de los demás. No quiero hacerle mal a nadie ni pasar por sobre los derechos de nadie, pero tampoco relegar los míos.
Quiero vivir aprendiendo, vivir intentando, vivir equivocándome, mejorando y avanzando. Quiero tenerle menos miedo al error y más hambre de aprendizajes, experiencias y aventuras.
Si me gusta lo que a todo el mundo le gusta, bien por eso. Y si me gusta lo que no le gusta a nadie, bien también. No me interesa vivir llamando la atención ni vivir con la presión de tener que ser diferente a los demás. Nada más no quiero ser «normal».
Y eso para mi debería ser lo más normal del mundo.
Es normal que no quieras ser normal.
(?)
Sáctamente. Lo más normal del mundo.
Muy lindo el texto. Creo que si todos fueramos iguales, el aburrimiento nos mataría. Necesitamos lo distinto. Lo distinto, la gente distinta nos dan colores y nuevas sensaciones. Brindo por eso!
Gracias por las palabras Milton, llenas de simpleza, congruencia y gran sabiduría. Si todos viviéramos de acuardo a lo que acabo de leer, el mundo sería muy diferente, sería un mundo mucho mejor.
Gracias a vos por el comentario, Alondra! 🙂
es exactamente lo que pienso yo, vivo en un momento muy reglado por la costumbres pero quiero salir de la huella quiero desencajar quiero tropezar, necesito un cambio en mi vida y creo que debe ser urgente. pero mi pregunta es ¿ a que le temo ? hay algo que me frena y no se bien que es